martes, 23 de enero de 2007

SESION IV: EL PRESIDENTE SCHREBER SE TOMA UN DAIQUIRI EN EL FLORIDITA

Por estos días he estado leyendo “El caso Schreber” de Freud y se me antoja compartir con ustedes este tema interesante. El libro trata sobre la paranoia, apoyándose Freud en las “Memorias de un neurópata” de Paul Schreber. Pero resumamos un poco la historia de este personaje, tristemente célebre en la literatura psicoanalítica:

Daniel Paul Schreber (1842-1911) fue un magistrado alemán, candidato al Reichstag en 1884. Tras ser largamente vencido en los comicios, él sufre de una fuerte depresión con síntomas sicóticos. Luego de su recuperación, Schreber intenta retomar su vida, tratando de obtener sobre todo, puestos importantes, a la altura de su ego. Es así que llega a presidir la corte de apelación de Dresde, aunque solo por seis semanas, debido a la reaparición de los síntomas depresivos y un delirio de persecución importante. Esta vez la enfermedad es grave y Schreber es hospitalizado varias veces hasta que es internado en un asilo en 1894. Su médico en la época le diagnostica Paranoia Crónica y se rehúsa, cinco años después, de “liberar” a Schreber, quien se declaraba curado y con ánimos de irse. Un proceso legal comienza entonces. Schreber quería demostrar que podía salir del asilo y es así que escribe “Memorias de un neurópata” que le sirve como defensa ante el tribunal y donde él pone en duda el diagnóstico de paranoia. En 1902 Schreber gana el proceso y se mantendrá alejado de los asilos solo hasta 1907. Paul Schreber muere en 1911 y en ese mismo año, Freud publica “El caso Schreber”. Lo curioso de esta historia es que Freud ilustra una a una sus teorías sobre la paranoia a través de un texto que tenía como uno de sus objetivos contradecir ese diagnóstico. Freud tuvo al menos la delicadeza de esperar el fallecimiento de Paul para publicarlo.

Ahora hagamos un poco de teoría:

La paranoia (no confundir con la forma paranoide de la esquizofrenia) es un delirio sistemático, muy bien organizado, a temática de persecución, amenaza, prejuicio o celos. Este delirio presenta cierta lógica, sobre todo en el encadenamiento de los indicios que confirman siempre la sospecha.



Las principales características de la paranoia son:
• Desconfianza visceral
• Temperamento suspicaz
• Propensión a sentirse rechazado, agredido, perseguido
• Tendencia a coleccionar agravios y rencores
• Espíritu vindicativo
• Hiperinvestimiento narcisista (se hiere fácilmente, megalomanía)
• Celos y erotomanía.

Los principales mecanismos psíquicos en la paranoia son:
• La proyección (sobre todo de pulsiones agresivas y de odio, pero también, según Freud, la proyección de una homosexualidad inconsciente. Muchos de sus predecesores prefieren la teoría de las pulsiones agresivas proyectadas)
• Regresión a formas de satisfacción narcisistas (fundamentalmente de expulsión anal, aunque hoy por hoy se prefiere decir que en la paranoia los trastornos son difusos, a lo largo de todo el desarrollo psíquico)
• Exteriorización del Superyo*(lo que produce el sentimiento de estar observado, estudiado a la lupa, todo el tiempo)
• Disociación defensiva (splitting, auto idealización con desconfianza de los otros)
• Forclusiòn (complejo mecanismo que tiene que ver con la psicopatológica misma de la paranoia, si me preguntan entonces trataré de explicarlo)
• Necesidad de un objeto agresor (que amenaza de invadir nuestra psiquis) para asegurar, mediante la lucha, las fronteras del Yo.
• Como esta lucha es necesaria para el paranoico, él tiende a suscitar en los otros reacciones de hostilidad, estando siempre a la defensiva o atacando de antemano para defenderse o provocando… Así, cuando es finalmente atacado, él es satisfecho, porque “tenía razón” (profecía autorrealizada)
• No hay crítica de la enfermedad (aunque en la práctica he visto que muchos paranoicos aceptan ese diagnóstico, aunque parcialmente, puesto que son convencidos de la existencia de sus queridos enemigos)

*El Superyo es una de las tres instancias psíquicas, con el Yo y el Ello. Viene siendo lo que queda “impreso” en nuestras psiquis de la autoridad parental (las interdicciones, tabúes, moral, etc…)

La paranoia puede verse en múltiples patologías psíquicas y se dice que cada uno de nosotros porta una semilla de paranoia. Existen no solo formas individuales, sino también institucionales, sociales y culturales, de la paranoia. Individuos a fuerte inclinación paranoica son más sensibles a integrar un grupo paranoico. Las sectas, las ideologías, las formas fundamentalistas de la religión, son algunos ejemplos de grupos paranoicos. En este caso el splitting se proyecta a la colectividad: el grupo es idealizado (fuerte investimiento) y todo el que esté fuera es desvalorizado, es un enemigo potencial, disidente, chivo expiatorio, traidor, apóstata, hereje, etc. Las fronteras del Yo a defender, devienen las fronteras del país, o de las creencias, etc. Un dirigente paranoico puede generar fuertes reacciones colectivas, sobre todo en individuos vulnerables. Un colectivo paranoico puede alimentar la desconfianza (incluso entre sus partisanos) como una manera de “generar” más sentimientos paranoicos que finalmente “enquistan” la formación del grupo.

Al escritor de “Memorias…” se le conoce como el “Presidente Schreber”, lo que tanto él deseó. Que yo sepa, él no estuvo nunca en Cuba y no tengo ni idea si tomó alguna vez un daiquiri. Pero, alguien se pregunta aún la razón del anacronismo en el título?

lunes, 8 de enero de 2007

SESION III: LA IDENTIDAD Y LA EMIGRACION.

La noción de identidad no es propia de Freud, que hablaba sobre todo en términos del Yo y de narcisismo. Los teóricos que le sucedieron desarrollaron múltiples conceptos sobre la identidad. De esas teorías la que más me atrae es la que define la identidad como la capacidad de ser el mismo, inclusive a través de los cambios. Y que la identidad implica siempre un tipo de relación con los otros. Por esa línea andaba Erik Erikson (1902-1994), que en sus estudios le da prioridad a la Identidad del Yo en el desarrollo psíquico del individuo, sobre las pulsiones sexuales y otras, prioritarias para Freud. El Yo no es solo movilizado por las pulsiones, el tiene que defenderse de los retos del « exterior ». Y para ello es necesaria una identidad bien constituida, que garantice la « continuidad » del Yo.

Digamos que la identidad se solidifica finalmente durante la adolescencia. La identidad hereda, en esta etapa, las identificaciones de la infancia (a los padres, a cualquier otro modelo) y su constitución depende de la resolución de las crisis del desarrollo psíquico. Para Erikson, la identidad del Yo se constituye de :

• La identidad individual (constitución heredada, desarrollo psíquico)
• La búsqueda inconsciente de una continuidad personal (yo existo)
• La solidaridad a un grupo determinado (yo pertenezco a un grupo).

De este último punto se deduce la visiòn psicosocial de Erikson, concediéndole gran importancia al contexto social, màs que a las pulsiones, respecto a la génesis de la identidad.

La emigraciòn incide, al menos de una manera directa y clara, sobre este aspecto social de la identidad. La emigración constituye un cambio súbito de contexto, donde el individuo está obligado a revalorar sus habitudes, sus referencias, a aprender otro idioma… La solidaridad al grupo que pertenecìamos ya no es tan clara y sobreviene la pregunta: "quiènes somos?" que traduce el sentimiento de pérdida de la identidad. Entonces la emigraciòn deviene traumatismo psìquico, que amenaza la integridad del Yo.

Y nosotros los cubanos? Qué influencias tuvieron la educaciòn que recibimos, sobre nuestra identidad? Las pautas sociales que debíamos respetar y los criterios a cumplir, para pertenecer al grupo? Por ejemplo, qué lugar ocupa, ocupó y ocupará el emigrante desde el punto de vista del grupo, en un sistema político que, entre otras cosas, promueve una confusión entre los conceptos de Patria y de Gobierno?




Se sabe que este tipo de traumatismo es universal. Factores externos, por ejemplo políticos, religiosos, económicos, de donde partimos y del país que nos acoge, influyen en el hecho de que la emigración sea traumática. Lo que dejamos detrás, lo que arriesgamos, la imposibilidad de regresar, todos factores predisponentes. Existe una especialidad que trata este tema : la etnopsiquiatría.

La consecuencias de este traumatismo son determinadas por la constitución psíquica de cada cuál. Las reacciones subsecuentes son generalmente defensas narcisistas. Algunos ejemplos :

• La regresión a un estado anterior, de preferencia no narcisista, que se traduce sobre todo en la necesidad de una atención maternal y todas las satisfacciones ligadas a ello. La regresión puede ser constructiva o con negación franca de la realidad (como el Fanbàs de Yoyin).
• La idealización del pasado o la desvalorización de este
• La auto-idealización o la auto-desvalorización.
• La búsqueda de la reafirmación de nuestra identidad (búsqueda geográfica, búsqueda del grupo a pertenecer)

La lista es más larga, les invito a pensar en otras reacciones. La emigración puede recrudecer síntomas ya existentes o trastornos subyacentes.

Se me antoja que todas las reacciones podrían inscribirse en una especie de reacción de duelo, término psicoanalítico bastante complejo, que podría malamente resumirlo en dos características :

• Una especie de repliegue narcisista : un mayor interés por nuestro interior psíquico, la realidad es menos interesante, entonces tenemos más acceso a nuestros deseos inconscientes (esto explica también la recurrencia de los sueños).
• La presencia excesiva en nuestro pensamiento de lo que creemos haber perdido (hablando, escribiendo…)

Y qué podemos hacer ? La situación ideal sería que nuestra identidad de cubano en Cuba fuera substituida por una nueva identidad de cubano en el extranjero. Como el río de Sidharta : el mismo, pero siempre diferente.

En este asunto, como en todos los demás, basta un buen equilibrio. Un equilibrio entre nostalgia y cotidianidad, que uno no perjudique el otro. Si eso no marcha, yo les aconsejo consultar al psicoanalista más cercano… no hay que esperar a estar enfermo.